El Berlin Woolwork es mucho más que una simple técnica; fue un fenómeno cultural que arrasó en el siglo XIX, transformando los salones de Europa y América del Norte en vibrantes galerías de arte doméstico. Este bordado sobre cañamazo, caracterizado por el uso de lana de merino teñida con colores brillantes y patrones impresos en papel cuadriculado, representa una intersección fascinante entre la industrialización, el rol social de la mujer y la estética victoriana. Analizarlo es abrir una ventana a un mundo donde la domesticidad, la piedad y la expresión personal se entrelazaban en cada puntada.
El Berlin Woolwork fue predominantemente el dominio de las mujeres de las clases media y alta en la época victoriana. No era una artesanía de subsistencia, sino una «accomplishment» (un logro o habilidad refinada), una actividad de ocio que demostraba la posición social, la delicadeza y la dedicación al hogar de una mujer. El conocimiento se transmitía de madres a hijas y a través de revistas femeninas y manuales de bordado.
Lo revolucionario de esta técnica fue la comercialización de sus patrones. A partir de la década de 1810, editores en Berlín comenzaron a imprimir patrones en papel cuadriculado y a colorearlos a mano. Estos kits, que incluían el patrón, el cañamazo y las lanas teñidas, se convirtieron en uno de los primeros productos artesanales verdaderamente globales. Liberaron a la bordadora de la necesidad de ser una experta dibujante; ahora podía «pintar con lana» siguiendo un gráfico, democratizando la creación de imágenes complejas y convirtiendo el bordado en una moda internacional sin precedentes. Las mujeres formaban círculos de costura, compartiendo patrones y socializando mientras trabajaban, reforzando lazos comunitarios y roles de género.
La iconografía del Berlin Woolwork es un espejo de la sensibilidad victoriana. Los primeros patrones eran geométricos, inspirados en diseños de alfombras turcas y mosaicos. Sin embargo, rápidamente evolucionaron hacia motivos florales exuberantes y naturalistas. Las rosas, lirios, fucsias y amapolas no solo eran decorativos, sino que a menudo llevaban el lenguaje simbólico de las flores (floriografía), tan popular en la época, permitiendo expresar sentimientos de amor, amistad o duelo.
Posteriormente, los temas se expandieron para incluir escenas narrativas y sentimentales: mascotas queridas (especialmente perros de raza King Charles Spaniel), escenas bíblicas que reforzaban la piedad familiar, personajes de novelas de Sir Walter Scott o Charles Dickens, e incluso reproducciones de pinturas famosas, como las de Sir Edwin Landseer. Estos bordados no solo decoraban el hogar, sino que contaban historias, exhibían la moralidad, la cultura y los afectos de la familia, convirtiendo cada objeto en una declaración de valores.
La función principal del Berlin Woolwork era decorativa, destinada a embellecer profusamente el hogar victoriano. La densidad y durabilidad de la lana sobre el cañamazo lo hacían ideal para objetos que recibían cierto uso. Se crearon una infinidad de artículos: tapizados para sillas, banquetas y taburetes; elaborados salvachimeneas para proteger el cutis de las damas del calor del fuego; tiradores de campanilla (bell-pulls); cojines de todo tipo; pantuflas para hombre; bolsos y carteras.
Además de estos objetos funcionales, se bordaban «cuadros» completos para ser enmarcados y colgados en la pared, compitiendo directamente con la pintura. La creación de estos objetos era un ritual doméstico. La mujer, como «ángel del hogar», llenaba el espacio con el fruto de su trabajo, marcando el territorio familiar con su gusto y habilidad. Un salón lleno de piezas de Berlin Woolwork no era solo un espacio decorado, sino una exhibición del carácter virtuoso y la laboriosidad de la mujer de la casa.
El Berlin Woolwork fue un motor económico considerable en el siglo XIX. Editores berlineses como Wittich y Hertig crearon un imperio exportando millones de patrones por toda Europa, el Imperio Británico y América, generando una de las primeras industrias artesanales a escala masiva.
Sin embargo, su popularidad decayó drásticamente hacia finales de siglo. El movimiento Arts and Crafts, liderado por figuras como William Morris, lo criticó ferozmente. Lo consideraban un trabajo mecánico, sin alma y de mal gusto («opus anilinus» o trabajo de anilina). Argumentaban que seguir un patrón cuadriculado reprimía la creatividad y el verdadero arte, promoviendo en su lugar el «art needlework» o bordado artístico, con diseños más fluidos, colores más sutiles (derivados de tintes naturales) y una mayor variedad de puntadas.
Hoy en día, el Berlin Woolwork rara vez se practica en su forma original. Es visto como una técnica histórica, la precursora directa de los kits de needlepoint (medio punto) y punto de cruz contado modernos, que se basan en el mismo principio de seguir un gráfico. Su legado es inmenso: introdujo la idea del bordado como un hobby accesible a través de patrones comerciales. Las piezas antiguas son objetos de colección y estudio, valiosos documentos de la cultura material y la vida social victoriana. Los desafíos de preservación radican en la fragilidad de las lanas teñidas con los primeros tintes sintéticos, que pueden ser inestables y propensos a la decoloración y al daño por insectos.
El material principal del bordado Berlinés es la lana. Más específicamente, se usaba la llamada lana de Berlín, un hilo de lana merina de altísima calidad producido en Alemania. Esta lana destacaba por ser muy suave y ligeramente rizada, lo que facilitaba obtener puntadas tupidas que cubrían bien el cañamazo. Procedía en gran parte de ovejas merinas sajonas (derivadas de merinos españoles), cuya lana fina era luego teñida en Berlín con colores intensos. La lana de Berlín venía típicamente en tres grosores: doble (grueso), sencillo (medio) y dividido (fino). Cada grosor se elegía según el nivel de detalle deseado en el bordado; por ejemplo, para motivos muy minuciosos se empleaba lana fina (incluso separando hebras). Las instrucciones de la época aconsejaban no ovillar estos hilos, sino guardarlos en madejas cortadas, para no restarles elasticidad ni esponjosidad. El esmero en la selección y cuidado de la lana refleja la importancia que se daba a los materiales: una buena lana garantizaba colores brillantes, puntadas uniformes y un resultado duradero.
Aunque la lana era la protagonista, las bordadoras victorianas incorporaban a veces otros materiales en sus obras de Berlin Woolwork para añadir efectos especiales. Uno de ellos era el hilo de seda, utilizado por su brillo y suavidad. La seda se empleaba en detalles que requerían un toque lustroso – por ejemplo, para resaltar el brillo de un ojo en un rostro bordado, el destello de la luz en un jarrón, o simplemente para proyectos más delicados como pequeños monederos. Otro adorno muy apreciado eran las cuentas de vidrio de colores. Estas minúsculas perlas se cosían sobre el bordado en lugares estratégicos: el centro de una flor, simulando el corazón con relieve; esparcidas sobre un diseño floral para sugerir gotas de rocío; o delineando contornos para aportar textura. Su presencia introducía destellos y reflejos que hacían la pieza más llamativa. Asimismo, en algunos bordados berlineses lujosos se integraba la chenilla, un tipo de hilo de seda aterciopelado (con pequeños filamentos que sobresalen, parecido a una oruga) que aportaba volumen y riqueza táctil. La chenilla, al ser costosa, se reservaba para realzar zonas muy específicas como plumajes de pájaros o el pelaje de animales en el diseño.
Todos estos materiales complementarios —seda, cuentas, hilos metálicos ocasionales o chenilla— enriquecían la paleta creativa de la bordadora. Permitían combinar superficies mates (lana) con brillos (seda o metal), o superficies planas con relieves (perlas, hilos abultados). El resultado final podía ser un bordado mixto realmente suntuoso. Sin embargo, es importante señalar que su uso era secundario y moderado: la base de la labor seguía haciéndose con lana y puntadas de tapicería, añadiendo estos extras solo para detalles puntuales. En esencia, el Berlin Woolwork aprovechó todo recurso disponible para elevar el bordado doméstico a nuevas cotas de colorido y sofisticación.
Las herramientas empleadas en el bordado Berlinés son las habituales del bordado sobre lienzo, con algunas particularidades. Como soporte se utiliza un lienzo de trama abierta, conocido como cañamazo. Este es un tejido rígido, generalmente de lino o algodón, formado por una cuadrícula de hilos gruesos que dejan espacios (agujeros) visibles.

El cañamazo actúa como guía para contar las puntadas y como base firme para sostener la lana bordada. Existen diferentes tamaños de trama (número de cuadrados por pulgada); para diseños muy detallados se recurría a tramas más finas. En ocasiones avanzadas, a finales del siglo XIX, incluso se vendían lienzos ya impresos con el diseño a color, eliminando la etapa de transferir el patrón desde el papel.
Para bordar sobre el cañamazo se usaba una aguja de tapicería de punta redondeada. Este tipo de aguja, a diferencia de la de coser, no pincha el hilo del tejido sino que pasa fácilmente por los huecos del entramado, evitando enganchar la lana. El tamaño de la aguja variaba según el grosor del hilo de lana empleado. Muchas bordadoras victorianas también empleaban bastidores o aros de madera para mantener el cañamazo tenso mientras trabajaban, aunque en piezas pequeñas podían sostenerlo con la mano. El bastidor permitía conservar la tensión uniforme y facilitar puntadas más regulares.
Mención especial merece la herramienta clave de esta técnica: los patrones impresos. Los patrones venían en hojas de papel cuadriculado (llamado point paper) donde cada cuadrito representaba una puntada. Estaban codificados con símbolos o colores indicando los tonos de lana a usar. Al inicio, la bordadora debía copiar manualmente el motivo al lienzo contando cuadritos, pero con la práctica podía incluso situar el papel patrón debajo del cañamazo transparente e ir bordando sobre él. Estos esquemas impresos —disponibles en mercerías y revistas— revolucionaron el proceso, haciéndolo más preciso y rápido que dibujar a mano alzada. En definitiva, las herramientas del bordado berlinés combinaban la tradición (aguja, bastidor, lienzo) con la innovación de su época (patrones pre-diseñados listos para usar), logrando una simbiosis que hizo posible su masiva difusión.
El Berlin Woolwork es, en esencia, una técnica de bordado sobre cañamazo (canvas work) y está directamente emparentado con varias otras formas de bordado que utilizan una tela de trama abierta como base.
El bordado Berlinés, o Berlin Woolwork, nos transporta a la sensibilidad y creatividad de la era victoriana, uniendo arte y artesanía en cada puntada. Su historia —desde los coloridos patrones originados en Berlín hasta los salones ingleses donde damas victorianas lo convirtieron en pasatiempo favorito— refleja cómo una técnica aparentemente sencilla revolucionó el mundo del bordado. Materiales exquisitos, técnicas ingeniosas y motivos entrañables se conjugaron para dar vida a tapices y accesorios que aún hoy nos asombran por su belleza y detalle.
Aunque nacido en un contexto ya lejano, el legado del bordado Berlinés perdura: lo vemos en la esencia del punto de cruz moderno, en las técnicas de tapicería que decoran nuestros hogares y en el interés de coleccionistas e historiadores por conservar sus diseños. Cada rosa bordada en lana de Berlín, cada escena pastoral plasmada en un cojín antiguo, nos cuenta un fragmento de aquella historia de elegancia y dedicación. Al divulgar y practicar esta técnica, rendimos homenaje a generaciones pasadas de bordadoras y mantenemos viva una forma de arte textil que, como un buen bordado, resiste el paso del tiempo con hilo y color.
Encyclopædia Britannica – Berlin woolwork. Artículo descriptivo sobre el bordado Berlinés, su origen en Alemania en el siglo XIX y su popularidad con lanas teñidas en brillantes colores.
Textile Research Centre (TRC Needles) – Berlin Wool Work. Entrada de la colección del TRC Leiden que explica la técnica, materiales (lana de Berlín), uso de patrones impresos y objetos habituales decorados con esta labor en el siglo XIX. TRC Needles
Wikipedia (en inglés) – Berlin wool work. Página de Wikipedia que resume la historia, motivos frecuentes (influencia del romanticismo victoriano), declive con Arts & Crafts, y la continuidad de esta técnica en el punto de cruz y needlepoint modernos. Wikipedia
Mary Corbet’s Needle ‘n Thread – Offspring of Berlin Wool Work. Artículo en blog especializado que discute el origen alemán del Berlin Woolwork, su auge entre la clase media victoriana y cómo es precursor directo del canvas work y el punto de cruz actual. Needle ‘n Thread
PieceWork Magazine – Berlin Wool: Fine Fiber from an Innovative Age. Artículo de Irina Stepanova (Nov/Dic 2011) que profundiza en la lana de Berlín, incluyendo detalles sobre su producción (ovejas merinas sajonas, tintes de anilina) y debate histórico sobre el valor artístico del Berlin Woolwork. PieceWork Magazine
Coalition of Master’s Scholars on Material Culture – “Take Me Back to the Good Old Days”: Racism, Berlin Wool Work, and Comfort. Ensayo de Laura Ochoa Rincon (2021) que analiza un tapiz de 1876 con imaginería racista, como ejemplo de las implicaciones culturales y éticas de algunos diseños de Berlin Woolwork en su contexto histórico. CMSMC